Maduro, agradecido, el cantautor regresa a esta ciudad para cantar en vivo su último disco "Seremos". No elude los grandes temas que lo atraviesan: el paso del tiempo y las nuevas miradas en torno al amor. "Todos los que nos subimos arriba de un escenario llevamos mal el paso del tiempo", dice. Cantará este sábado.
Siempre es la nostalgia, a los veinte y ahora. Como si el secreto de toda su música pudiera medirse en tiempo, un tiempo histórico que busca asir en cada canción, para cumplir acaso con el mandato de su papá periodista: “Hacer una crónica social y sentimental del tiempo que te toca vivir, el afán por construir el relato” de su época a través de la música, confiesa Ismael Serrano en una extensa charla con LA CAPITAL.
El cantante madrileño se presentará este sábado en Mar del Plata, dentro de la gira “Seremos” que lleva el mismo nombre de su último disco. Cantará, precedido por el dúo marplatense Ay -formado por Mariana Vidal y por Matías Magneres- en el escenario del Radio City Roxy.
Su llegada a la Argentina también guarda un halo celebratorio: cumple veinticinco años con la música y festeja que en esta tierra haya podido tejer “una relación estrecha y cultivada” con muchos a los que ya considera sus afectos.
“Soy muy consciente del privilegio que supone seguir en la música después de veinticinco años, el sueño del músico es tener continuidad, poder dedicarse a ella más allá del crecimiento masivo, el sueño es seguir como hasta ahora, editando discos, haciendo giras, dando conciertos. Soy consciente de la deuda que tengo con el público que lo hace posible”. Se lo escucha agradecido y, a la luz de su nuevo disco, maduro.
-En el terreno de lo conjetural, ¿qué hubiera sido de tu vida sin la música?
-No lo sé, supongo que hubiera terminado la carrera de ciencias físicas, que estaba estudiando en la Complutense. Hubiera terminado la investigación, estaría mirando por algún telescopio alguna galaxia lejana, o sería docente.
-¿Con qué etapa del oficio de músico te sentís más cómodo, con la de componer y grabar, más para adentro, o con la que es para afuera, la de salir a presentar el material?
-Para mi son inseparables, cuando estás escribiendo la canción lo hacés pensando en que alguien la va a escuchar y en ese momento incluso también está la idea de producción, de grabar, para mi es difícil separar todos esos procesos, porque además el viaje permanente de echarse la guitarra al hombro y recorrer los escenarios, es como una parte esencial. Esa sensación de pertenencia, esa sensación de que la carretera es tu patria, por así decirlo, es como algo inherente al oficio. La sensación de itinerancia yo la vivo incluso cuando escribo, son partes del mismo proceso. Esa sensación de que la canción está en permanente construcción te acompaña siempre.
-Tu música está impregnada por mucha nostalgia, ¿cómo te llevás con el tiempo: es un juez, un adversario, un amigo?
-Yo creo que toda persona que se sube a un escenario lo lleva mal al tiempo, porque esa es una forma de combatirlo o de tratar de salvar el paso el tiempo, combatirlo no tanto, eludirlo en pequeños detalles, como rescatar ciertos recuerdos para que no se los lleve por delante la mirada que es la del tiempo, que hace que todo resulte un tanto efímero. Todos los que nos subimos arriba de un escenario llevamos mal el paso del tiempo, porque en el fondo somos como niños chicos, asustados que no sabemos afrontar la pérdida, la renuncia y lo que lleva el paso del tiempo. Luego con la idea del tiempo te vas amigando, es un proceso que es liberador en muchos aspectos.
-¿Se envejece o se evoluciona?
-Yo creo que esa disyuntiva es porque la palabra envejecer nos resulta un tanto fea, no deja de ser un eufemismo. Hay que amigarse con la idea de envejecer, de hacerse mayor. Es difícil eh, lo digo yo que de vez en cuando me da el “viejazo” y me miro al espejo y suspiro pero crecer, envejecer, evolucionar no está mal. Yo no quiero ser eternamente joven, no quiero ser Peter Pan, no corresponde. Deberíamos saber encontrar y valorar la belleza que hay en eso, en hacernos mayores, la sabiduría que conlleva, la calma que conlleva, dejar de estar en el centro del relato todo el rato, el ser más permeable, el ser más flexible, el acompañar. Lo único que es un poco jodido es que te vas invisibilizando en muchos aspectos, esa es la putada, no es tanto la decrepitud como la invisibilización, porque como sociedad somos muy poco generosos con nuestros mayores.
-¿Te parece que la vejez trae más flexibilidad, no es al revés, no se endurecen algunas cosas, pensamientos, facciones?
-No lo sé, a mi me pasa lo contrario, la edad hace que me libere de los prejuicios y eso sería lo natural.
-En la canción Soltar decís tres cosas que tienen que ver con la madurez de un cantautor: “Nadie va a morir de amor”, “Huir no es de cobardes” y decis que “no son sinceros los amantes”. ¿Creciste?
-Sí, esa canción habla de eso. Yo quería estaba cansado de esas canciones que hablan de las rupturas desde el rencor, un rencor que todos hemos cultivado casi con orgullo y que es un absurdo. Hay que aprender a soltar, yo creo que la madurez consiste en entender que cada vez que uno elige en esta vida renuncia a algo, cada vez que elegís un camino estás renunciando a algo. Hay que amigarse con esa idea y está bien. No morirse de amor, esa romantización del amor, del enamoramiento y del sufrimiento como si fueran de la mano, el sufrimiento como máxima expresión del amor es un tanto perversa. Yo creo que eso está cambiando, no tanto por la edad sino porque la mirada hacia el amor está cambiando, sobre todo de mucha gente joven. El ideal romántico que tiene que ver con los celos, con la posesión, esa idea absurda de la media naranja está siendo cuestionada por todos. Los tiempos son otros y hay otra mirada hacia el amor. En España las voces más interesantes de la canción de autor son voces femeninas y le cantan al amor desde otro lugar.
-¿Cómo te llevás con estas nuevas miradas en torno a la relación entre mujeres y varones, a la pareja, al poliamor?
-Las llevo como un señor mayor al que le cuesta entender muchas de las cosas pero que trata de entender, que tiene curiosidad, el tema está no tanto incorporarlo a tus hábitos y a tu cabeza, porque tiene unos surcos tan marcados que es difícil salirse de ellos, pero sí tratar de entenderlo, fundamentalmente porque es una realidad que existe, por más que te niegues existe. La mirada de uno está llena de prejuicios que limitan el entendimiento.